La Cámara de Diputados de la Nación

DECLARA:

Expresar su adhesión a las celebraciones en conmemoración del centenario de la Reforma Universitaria de 1918.

Señor presidente:

Se cumple este año el centenario de un movimiento estudiantil originado en la Universidad de Córdoba que originó la Reforma Universitaria, dando nacimiento al modelo de universidad pública cuyos lineamientos perduran hasta nuestros días.

La Reforma fue importante no solamente en nuestro país, sino que adquirió una vasta resonancia continental. Muchas universidades de América Latina siguieron sus aguas.

Entre los postulados reformistas se encuentran la autonomía universitaria, el cogobierno, la extensión universitaria, la periodicidad de las cátedras y los concursos de oposición. Esos principios, que hoy nos resultan naturales, implicaron un notorio quiebre respecto de los esquemas elitistas que habían regido a las universidades hasta entonces.

El movimiento estudiantil tuvo líderes que lograron reunir, pese a su juventud condiciones intelectuales y culturales sobresalientes. Muchos de ellos habrían de desarrollar descollantes carreras profesionales y políticas. La lista es larga, pero puede citarse por todos a Deodoro Roca, redactor del histórico Manifiesto Liminar, que comienza con estas famosas palabras:

“Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”.

Y finaliza:

La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio de los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa.

La juventud universitaria de Córdoba, por intermedio de su Federación, saluda a los compañeros de la América toda y les incita a colaborar en la obra de libertad que inicia.

La Reforma no nació por generación espontánea. Si bien fue impulsada por los estudiantes, encontró una favorable acogida en el gobierno de Hipólito Yrigoyen, porque su espíritu democratizador e igualitario coincidía con el del nuevo tiempo que vivía la Argentina como resultado de la aplicación de la Ley Sáenz Peña.

Luego de los firmes reclamos del movimiento estudiantil en la Universidad Córdoba, Yrigoyen intervino esa casa de estudios y designó interventor al Procurador General de la Nación, José Nicolás Matienzo. Este introdujo importantes reformas al estatuto universitario que permitían, entre otros aspectos, que la Asamblea Universitaria, integrada por la totalidad del cuerpo docente, eligiera al rector.

Esa elección, que tuvo lugar el 15 de junio de 1918, fue muy reñida. En dos votaciones se registró un empate entre el candidato de los estudiantes, Enrique Martínez Paz, y el de los sectores más conservadores, Antonio Nores. En la tercera resultó vencedor este último, lo que originó la reacción del movimiento estudiantil, que irrumpió en la sala donde se desarrollaba la Asamblea denunciando que la elección había sido manipulada.

La Universidad fue tomada por los estudiantes. Finalmente, Nores renunció y el presidente Yrigoyen volvió a intervenirla. En esta oportunidad designó como interventor a José Salinas, su Ministro de Justicia e Instrucción Pública. El 12 de octubre de ese año Yrigoyen dictó un decreto que recogió los principales reclamos estudiantiles.

Paulatinamente la reforma se fue extendiendo al resto de las universidades nacionales. Hacia 1921, todas ellas ya habían adecuado sus estatutos a los postulados reformistas.

A un siglo de aquellas jornadas, su conmemoración debe servirnos no solo para honrar a quienes las protagonizaron, sino para reflexionar acerca de las necesidades de una Universidad para el siglo XXI. Los postulados fundamentales de 1918 siguen vigentes, pero solo estaremos a la altura de aquellos jóvenes idealistas si logramos adaptarlos a nuestras realidades actuales, para hacer que las universidades públicas sean cada día de mayor excelencia académica y contribuyan, de manera efectiva y no retórica, a favorecer la igualdad de oportunidades.

Por lo expuesto, solicito al cuerpo la aprobación del presente proyecto.